lunes, 22 de marzo de 2010

PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES EN LA CONSTRUCCIÓN DE LOS PROYECTOS NACIONALES DE ALEMANIA Y RUSIA. PROCESOS HISTÓRICOS DURANTE LA 1º MITAD DEL SIGLO XX

Mostrar la participación de las mujeres en la construcción de los proyectos nacionales de Alemania y Rusia durante la primera mitad del siglo XX es el centro del presente ensayo. La visibilización de las actividades de las mujeres en el proceso de esta construcción es importante para comprender la dimensión del aporte de ellas y la complejidad de estos procesos para ambos países. Ellas contribuyeron a la reproducción de las naciones desde los ámbitos de la biología, la cultura y lo simbólico. La elección de Alemania y Rusia responde a la relevancia que tuvieron en el escenario de la Europa Oriental. Además, la comparación de la experiencia en ambos países enriquece el conocimiento de la dinámica política y social que se desarrolló en este escenario durante la primera mitad del siglo XX.
Siguiendo la perspectiva teórica de Nira Yuval-Davis, destacamos la interdependencia de las relaciones de género y los proyectos y procesos nacionales. Aunque, el hilo conductor del trabajo sean las mujeres, no se obviará a los varones y la masculinidad con los que ellas convivieron, pues el género es una categoría relacional. Habría que llamar la atención de que de forma tradicional, la historiografía ha relacionado al nacionalismo con las instituciones, la burocracia, los intelectuales y los límites nacionales. En cambio, se ha omitido su asociación con las relaciones de género, las cuales son importantes para comprender la construcción del carácter nacional dentro de cada sociedad. La forma en que los grupos se han integrado a la sociedad civil.
Si se parte de que las mujeres, y no únicamente la burocracia y la intelectualidad, han contribuido a la construcción del nacionalismo, surge la pregunta sobre la ausencia de las mujeres en las teorizaciones del nacionalismo. Ellas han ayudado a reproducir las naciones desde el ámbito biológico, cultural y simbólico. Una explicación que surge es la dicotomía de lo público y lo privado, donde las mujeres se ubican en el espacio privado, explicándose que su ausencia en las discusiones sobre el nacionalismo se deba a que éste se sitúa en el espacio público. Además, los teóricos como Hobbes y Rousseau dotaron características naturales al varón una naturaleza agresiva y la racionalidad; y numerosos teóricos han seguido esta vía.
Es preciso realizar algunas aclaraciones conceptuales sobre nación y Estado que ayudarán a ubicar este estudio. El Estado-nación se relaciona con las fronteras de la nación, y de aquellos que viven en un estado específico. Es una noción de ficción en casi todos lados. La ficción se centra en diferenciar las fronteras étnicas de las políticas dentro de un Estado, y así no distanciar los que sustentan el poder del resto, estando vinculados Estado y cultura. En otras palabras, se busca “naturalizar” «la hegemonía de una colectividad y su acceso a los aparatos ideológicos, tanto del Estado, como de la sociedad civil».
Para cuestiones metodológicas, es precisa la separación entre Estado y sociedad civil a nivel analítico y político. Y es necesario considerar que el Estado no es unitario en sus prácticas, proyectos y efectos. Por tanto, el Estado se constituiría en «un cuerpo de instituciones que están organizadas de manera centralizada en torno a la intencionalidad del control de con un determinado aparato de cumplimiento de normas (jurídico y represivo) a sus ordenes y en su base». Aquí deben distanciarse las instituciones estatales, las instituciones de la sociedad civil y el dominio de la familia y las relaciones de parentesco. Estas instituciones tendrían acceso diferenciado a los recursos económicos y políticos y producirían sus elementos ideológicos. Ellas no son homogéneas y las fuerzas estatales pueden actuar de forma contradictoria entre sí.
La nación es distinta del Estado-nación como entidad ideológica y política. Para Anderson, la aparición de un capitalismo de imprenta, motivada por avances tecnológicos, permitió las publicaciones masivas en sus propios idiomas nacionales, y la lectura se extendió de la elite a otros sectores. Así, se formaron comunidades imaginadas lingüísticas. La pertenencia a una nación estaría fundamentada en un sentimiento de lazo “natural” y no en una elección. Este vínculo formaría la idea de pertenecer a una familia, lo que implica la realización de sacrificios. Geller, por otro lado, encuentra el surgimiento de la nación en «la necesidad de las sociedades modernas de homogeneidad cultural a fin de funcionar con fluidez». Esta necesidad puede ser dirigida por el propio Estado-nación o por grupos excluidos alternativos.
La imprecisión de lo que es la nación puede traer diversos cuestionamientos. Algunos advierten la semejanza de los componentes de la nación con la etnia, aunque la principal diferencia es que el último posee un elemento mito-símbolo duradero. No obstante, este cuestionamiento fue rebatido destacando que la durabilidad de las etnicidades depende del contexto político y social, y la homogeneidad étnica es el resultado del devenir de gobiernos centralizados que crearon una “unidad nacional” en el periodo premoderno. Ambas posturas consideran el proyecto étnico relacionado al nacional. La especificidad del proyecto y discurso nacionalista radica en la necesidad de una representación política distinta para el colectivo. Estas demandas pueden enfocarse en un Estado, proyectos políticos supranacionales, entre otros.
Sin embargo, diversas definiciones omiten un elemento trascendental que rescata Otto Bauer en la construcción de las naciones, y es el “destino común”. Este elemento se asocia al futuro y no únicamente al pasado, y va más allá de las percepciones individuales y colectivas de las naciones particulares. Debe formarse una idea del “nosotros” y “ellos”. La alteridad es una noción básica en las representaciones y prácticas de los integrantes de las naciones.
En la construcción de los proyectos nacionales, las relaciones de género han influenciado en diferentes aspectos, que implican que el integrar las naciones posibilita estar debajo, encima o a través de los Estados, pues los límites de las naciones generalmente no coinciden con los Estados-nación. El desarrollo de las relaciones de género en los proyectos nacionales está influenciado por las relaciones de poder social y económico, que a su vez promueven diferenciaciones sociales definidas por las circunstancias históricas específicas ― las cuales forman los grupos sociales, la subjetividad y los procesos de identificación ―.
En términos metodológicos, las relaciones de género, que incluye la participación de las mujeres, asociadas a los proyectos nacionales deben considerar las ideologías y movimientos nacionalistas, y las instituciones estatales. Estos proyectos poseen un devenir histórico que implica cambios de discursos nacionalistas por los distintos sectores que compiten por la hegemonía. Por tanto, esta panorámica investigación se divide en cinco bloques que nos ayudan a visualizar los aportes de las mujeres en la construcción de los proyectos nacionales: la reproducción biológica, la reproducción cultural, la mano de obra, la ciudadanía y su rol en los procesos armados. Debemos mencionar la existencia de vacíos cronológicos en ciertos temas por la falta de bibliografía accesible.

1. REPRODUCTORAS BIOLÓGICAS

El rol de la maternidad, que significa la reproducción de nuevos integrantes para una nación particular, fue un tema de vital importancia para las naciones modernas. Estas impresiones se combinan en la época contemporánea con temas como individualidad, trabajo y matrimonio. En todos los proyectos nacionales se presenta la preocupación por la tasa de natalidad. Las preocupaciones se traducen en políticas en torno al tema de natalidad, fecundidad, matrimonio, maternidad, familia y sexualidad. Asimismo, algunos proyectos nacionales se concentrarían en la genealogía y el origen como elementos organizativos de la colectividad nacional. Estos serán los ejes que orientan el abordaje de este ítem.
Esta función de las mujeres como reproductores biológicas fue un punto importante en los proyectos nacionales. Sin embargo, es un asunto que causó dificultades del ingreso de las mujeres a otras esferas sociales que no fuera el doméstico. La relación mujeres-naturaleza, varones-cultura han sido dicotomías que han pautado las representaciones y prácticas de género. Ante la tarea de la maternidad, las mujeres han quedado relegadas de la cultura objetiva. La maternidad y la impureza corporal se han constituido en asuntos que reforzaron la imagen de las mujeres con lo natural: el cuerpo. Las prácticas sociales están inscritas en el cuerpo, el cual es sexuado y está en permanente actividad, no es pasivo. Está caracterizado de acuerdo a la posición social y personal en que se sitúa.
Existen tres tendencias de interés sobre el tema de la maternidad: 1) el discurso que alienta tener el mayor número de hijos para incrementar la población para el beneficio nacional; 2) el discurso maltusiano, que trata de reducir en número de hijos para evitar daños nacionales; y 3) el discurso eugenésico, que intenta de mejorar la “calidad” de la población alentando el número de hijos de sectores “adecuados” y desalentando otros. Estas inclinaciones formaron parte de los proyectos nacionales desarrollados en Alemania y Rusia en la primera mitad del siglo XX.
En torno al tema de la sexualidad, la libertad sexual femenina como peligro latente en la familia fue un asunto que recrudeció en la Primera Guerra Mundial. Los polos opuestos del calificativo de las mujeres giraron en torno a prostituta o madre. Por tanto, algunas mujeres fueron denunciadas por adulterio en los tribunales, mientras sus parejas estaban en el frente, porque esta conducta significó traición a la nación. Estas acusaciones fueron más numerosas en las áreas rurales que en las urbanas. Por otro lado, la recurrencia de los soldados a los prostíbulos no fue criticada, más bien, estos lugares fueron de interés para las autoridades militares, asegurándose que las prostitutas estuvieran sanas y no propagasen enfermedades venéreas.
En el tiempo que los varones estuvieran en el frente, el Estado actuaría como Padre, teniendo el rol de proveedor y disciplina. Ante la cantidad significativa de muertes en los combates, surgió el interés por promover el incremento de la tasa de fecundidad a través de incentivos y nuevos servicios médicos y servicios sociales. Además de estas medidas, que fueron muy benéficas en Alemania, se penalizó la contracepción y el aborto. Existió un movimiento llamado Volksgemeinschaft, que resaltó la importancia de la familia como célula de un organismo más grande. Para ellos, la maternidad fue una función vital que no podía ser dejado a decisiones individuales. Social demócratas y feministas reclamaron esta interferencia del gobierno en la vida privada. Aunque reconocieron que la maternidad era un deber natural de las mujeres y un servicio a la nación.
Si observamos a las familias en el contexto de la guerra, podemos encontrar que la hambruna fue un factor frecuente en ellas. Los bloqueos no permitían el ingreso de los alimentos, o existía una mala distribución de los alimentos entre las tropas y los hogares. La población civil tuvo que enfrentar la mala nutrición. Quienes más sufrían esta carencia fueron las familias urbanas que se mantenían con ingresos rígidos o aquellas con la mayor cantidad de hijos. La mortalidad femenina fue mayor entre las edades de 15 a 30 años. En Alemania, 1917 fue el peor año por el acaecimiento de un frío invierno, que obligó a recurrir al consumo de los nabos que reemplazaron a las papas. Las mujeres de los sectores populares empezaron a protestar por la guerra y criticar a los beneficiados con ella. Las mujeres tuvieron que recurrir a estrategias para alimentar a sus familias, a pesar de las restringidas raciones gubernamentales. Se valieron del tráfico de los tickets de las raciones, el robo de comida de las tiendas y los campos, y las adquisiciones ilegales en los mercados negros o con los campesinos.
Al pasar al escenario del gobierno bolchevique, encontramos que se dio diversas políticas que modernizaron las relaciones directas de parentesco ― matrimonio, divorcio, maternidad, entre otros ―. Este gobierno intentó destruir las relaciones de parentesco tradicionales que tenían una importancia crucial en la población campesina y musulmana, quienes eran la mayoría del país. La construcción del socialismo deseaba romper con el pasado. Los autores marxistas pautaron este cambio, pero en sus textos existía una ausencia en torno a sus reflexiones de la familia, pues no indicaron cuales serían las labores de los varones como parejas o padres. Alexandra Kollontai manifestó la importancia del asunto de la maternidad porque estaba vinculado al bienestar nacional, pues traía un nuevo integrante a la nación. Destacó que la maternidad no era un asunto privado, sino un asunto social, de interés colectivo. Observó el vínculo de la maternidad más allá de la física, y consideró que el vínculo debía ampliarse a la familia proletaria.
La adaptación de la población rusa al régimen soviético implicó numerosos conflictos a la configuración de las familias. Surgieron una gran cantidad de separaciones y divorcios, y diversos abandonos de los hijos. También, creció el monto de los abortos y cayó la tasa de la natalidad. Aumentaron los infanticidios y los asesinatos de esposas. Los varones frecuentemente dejaban el hogar, creciendo el número de madres solteras. Los casos de reconocimiento de paternidad se acrecentaron, y los tribunales no tuvieron un derecho sólido frente a las demandas, al igual que en las pensiones alimenticias. En las últimas, también se tuvo que enfrentar el problema de la falta de liquidez de los padres, cuyos casos fueron cuantiosos.
Con Stalin en el poder, la familia vuelve a convertirse en la célula básica de la sociedad, la cual debía constituirse en sólida y unida. Surgió el imperativo de regenerarla. Desde 1935, las campañas en contra del aborto y el divorcio se intensificaron, y en 1937, se prohibió el aborto y se complejizaron los tramites del divorcio. Sin embargo, los índices de aborto continuaron siendo significativos, a pesar de las normas. Algunas de las imágenes femeninas que se glorificaron en este tiempo fueron el Mater familias, caracterizada por sus anchas caderas; la ordeñadora de elite, que simbolizó la fertilidad; la Patria nutricia, que se asoció a la imagen tradicional de las campesinas robustas; y la Madre heroica, quien recibía la orden Gloria Maternal por tener siete a nueve hijos.
Uno de los ejes de las políticas nazis se enfocó en la protección de la familia y el pronatalismo. Por eso, se trató de prohibir el aborto de las alemanas y se luchó por la erradicación de la prostitución en los primeros años, pues, desde 1939 se la impulsó para el servicio de los soldados en los campos de concentración. Las prostitutas provenían de otros campos de concentración o eran de la misma nacionalidad en el caso de los trabajadores extranjeros. De otro lado, se logró el aumento de las tasas de natalidad en los primeros años del gobierno, luego se estancaron en la Segunda Guerra, y posteriormente volvió a caer. Destaca el hecho que los mismos planificadores pronatalistas fueron los primeros en tener pocos hijos, su discurso era para otros y no para sí mismos.
El incremento de la natalidad tuvo sus bases en las medidas coercitivas y políticas de bienestar ― préstamos matrimoniales, descuentos sobre el impuesto a la renta y la herencia para la cabeza de la familia y estipendios mensuales ― que favorecían a varones “adecuados”. Los pagos de bienestar eran entregados a los varones como padres y esposos, pues el régimen quería subir el nivel de ellos en relación a los solteros. Las madres únicamente recibieron honores y propaganda, pero no beneficios económicos. Se establecieron ciertos eventos simbólicos a favor de la maternidad, por ejemplo, en 1939, se instituyó “la Cruz de Honor de la Madre Alemana” para aquellas que tuvieran la mayor cantidad de hijos varones. Un hecho anecdótico fue que la celebración del Día de la Madre ― que se instauró en los veintes ― se relacionó con el cumpleaños de la madre de Hitler.
Los nazi construyeron un culto a la “maternidad espiritual”, no a la física. Esto se resumía en la entrega de las mujeres al servicio de la nación por encima de todo. En el trabajo, la familia, y en los momentos de paz y guerra. El lema “el sitio de la mujer es el hogar” trascendía la casa familiar, e incluía la perspectiva de concebir a Alemania como una gran hogar. En el nazismo, las mujeres de la raza “adecuada” eran vistas como las “madres del pueblo”, y las otras eran “degeneradas” e “inferiores”. Las primeras contribuirían a la nación al procrear muchos hijos. Sus visiones estuvieron fundamentadas en el racismo, que fue el centro de comprensión de las relaciones sociales, incluyendo el género. En 1930, Hitler a través de un escrito contra las mujeres judías propuso su esterilización. En su programa “sangre y tierra” dividió a las mujeres en cuatro categorías: 1) aquellas que poseían el coraje de tener hijos; 2) aquellas, cuyos hijos no eran desagradables; 3) aquellas, quienes no tendrían hijos; y 4) aquellas, que debían ser tratadas para no tener hijos mediante la esterilización. Estas ideas fueron compartidas en su totalidad o parte por los social demócratas y algunas mujeres, que incluso pertenecían a los sectores radicales del feminismo. Estas políticas no buscaron el bienestar familiar ni la exaltación de la maternidad, sino la destrucción de los valores familiares tradicionales instaurando uno nuevo.
Una oficina del partido funcionó para ayudar a las madres pobres mediante la ubicación de trabajos, el acceso a las guarderías infantiles, y el asumir los costos del parto y la alimentación. Esta ayuda se gestionó con los aportes de los integrantes del partido. Himmel creó una organización que se encargó de ayudar a mujeres solteras con hijos de la elite racial, y evitar el aborto, que se convirtió en ilegal. Solo se permitió el aborto a las mujeres judías y gitanas pues ejecutaban un “suicidio racial”. Igualmente, el gobierno nazi abolió los centros de planificación familiar. Numerosos alemanes toleraron estas condiciones por la creencia que el régimen podía superar la crisis económica.
Se estableció un significativo número de guarderías infantiles para ayudar a las alemanas en sus labores profesionales y domésticas. Aunque, el gobierno se resistió a aprobar leyes a favor de las madres, en 1942 mejoró considerablemente la existente de 1927 que favorecía a las embarazadas y las jóvenes empleadas. Por tanto, se buscó que las mujeres pudieran combinar el trabajo y la maternidad. El permiso de maternidad antes del parto cambió a voluntario, y el de después de parto se extendió, tiempo en el cual tenía el derecho de percibir un sueldo completo. Se prohibió el despido de las embarazadas, al igual que cuatro meses luego del parto. Estos beneficios se constreñían a las empleadas y no a las obreras, las judías y las extranjeras.
En 1931, el ministro del Interior dio en un discurso las pautas mencionadas del programa nazi, y dos semanas después se estableció la primera ley antinatalista nazi, basada en una inferioridad racial, la presencia de población con enfermedades físicas y mentales y la descendencia no deseada. Esta ley implantó la esterilización eugenésica, y se avisó que si recibía oposición sería forzada con la asistencia de la policía. Para este fin, se instauraron tribunales especiales de esterilización y se reformó las instituciones médicas capacitadas para seleccionar a los candidatos que podrían ser esterilizados. Se trató de difundir una propaganda de convencimiento de los beneficios de la política antinatalista, aunque no tuvo el éxito esperado. El propósito era gestionar una “raza dominante” que aun no existía en Alemania.
La ley incluyó a mujeres y varones, aunque, la mayoría de las muertes por los procedimientos de esterilización fueron mujeres. Los candidatos incluyeron personas con defectos emocionales, intelectuales y psicológicos. No se limitó a los judíos, gitanos y negros. Esta ley consideró a sus víctimas alemanas como héroes por el sacrificio que hacían por su nación. Algunas mujeres trataron de impedir su esterilización a través del embarazo, sin embargo, en 1935, la ley de esterilización se extendió a una de aborto que comprendía los embarazos hasta de seis meses, e incluía la esterilización.
Se dio paso de las políticas antinatalistas a la eutanasia, denominado “aniquilación de la vida sin valor”. Se mató a varones y mujeres enfermas, ancianas y minusválidas, que en su mayoría estuvieron internados en hospitales psiquiátricos. Todos los judíos en esos lugares sin ser examinados fueron asesinados. Desde el inicio de estas políticas fueron concebidas como opciones “humanas”, cuyos métodos se fundamentaron en la ciencia para causar el menor dolor posible y evitar el estado de barbarie. Por eso se usaron gases letales. Estas ideas y métodos fueron utilizados en los campos de concentración ― aunque, anteriormente, en la matanza de los judíos se recurrió a los fusilamientos masivos ―. Las víctimas en los campos de concentración fueron, en primera instancia, mujeres y especialmente las que eran madres, por una lógica de guerra contra las mujeres que procreaban seres raciales no deseados, se poseía más prejuicios con los varones judíos. En general, ellas fueron casi la mitad de las asesinadas. Los ejecutores, que incluyó a los médicos, pudieron afrontar esta situación de la matanza por los vínculos masculinos que el nazismo generó y la abundante bebida.

2. REPRODUCTORAS CULTURALES

Los proyectos nacionales están vinculados a la producción de una “cultura” y una “tradición” de los pueblos, que implica, a su vez, una religión y un idioma específicos. Se intenta crear comunidades imaginadas que diferencian al mundo entre un “nosotros” y un “ellos”. Este conjunto de constelaciones culturales, también, se ciñe a la vestimenta, el comportamiento, la literatura y el arte. La configuración de las relaciones de género, igualmente, entran en estas configuraciones culturales. Las mujeres resguardan estas configuraciones, personifican las colectividades y se convierten en reproductoras culturales. Los temas alrededor de la emancipación de las mujeres o de las mujeres integran estas configuraciones porque involucran las perspectivas relacionadas a las relaciones de género, y forman parte de los proyectos nacionales.
Luego de finalizar la Primera Guerra, la imagen de un cambio en las relaciones de género tomó un giro de reinterpretación, y se afirmó que el cambio fue ilusorio. Solo se había dado cambios superficiales. La representación de una “mujer independiente” a nivel económico y sexual fue una ilusión, en realidad, se había reforzado sus roles tradicionales de amas de casa y madres, y se les demandó una mayor eficiencia del manejo doméstico y se promovió la admiración y su abnegación en su papel como esposas. En los tiempos anteriores a la guerra, las mujeres emancipadas fueron vistas como versiones masculinizadas de las mujeres, motivadoras del decrecimiento de la fertilidad y una perversión de la sexualidad. En vez, de modificarse estas imágenes, se reforzaron en la guerra. En la literatura de la época se percibió el temor de los varones por la movilización de las mujeres. Se enfatizó en los peligros. Por ejemplo, en la comisión de comercio e industria del Reichstage, un representante del ministerio del Interior afirmó su preocupación por los cambios de las mujeres en sus mentes y cuerpos.
La prensa privilegió los trabajos femeninos tradicionales antes que el trabajo en las fábricas. Se trató de revivir el simbolismo de la mujer como agente de salvación o consolación más que la comprobada competencia femenina. En cambio, las feministas resaltaron las labores industriales de las mujeres y trataron de realizar un paralelo entre el servicio masculino y femenino, adoptando un vocabulario militar. Consideraron que ellas habían logrado la integración desarrollando diferentes tipos de competencia.
Aún las representaciones colectivas percibían la diferencia entre la movilización de los varones y de las mujeres. Por cada mujer que trabajaba, un varón podría ser enviado al frente. La antigua hostilidad de los trabajadores masculinos hacia la labor femenina, la alimentación de los miedos de competencia y el énfasis de los roles tradicionales de las mujeres como madres y amas de casas; fueron ahora acrecentados por los miedos a la muerte. Algunas mujeres que tomaron los trabajos de las fábricas, en ciertas ocasiones, fueron acusadas de ser usureras y sepulteras. Mientras los varones morían en el combate, las mujeres tenían un baile en casa. Asimismo, los varones temían retornar a sus países porque estarían quebrados económicamente y “cornudos”.
La idealización de las viudas como las mujeres que sufrían de forma directa los efectos de la guerra se destacó en la vida pública. La situación de las mujeres que esperaban noticias sobre la sobrevivencia de sus parejas fue un evento común. Ellas sufrían, lloraban, guardaban celibato, pasaban penurias físicas, y enfrentaban una espera ansiosa. Sin embargo, las viudas poseían un estado especial, ellas eran las “difusoras del coraje”. Fueron más veneradas que las madres, quienes eran criticadas por no cumplir cabalmente en ejercer la autoridad y disciplina paternales. A las viudas se les exigía un sacrificio suficiente para honrar y revivir la memoria de su esposo. No obstante, existieron contradicciones en las políticas gubernamentales. A pesar del aura de las viudas, en Alemania, las feministas tuvieron que exigir que las viudas recibiesen prestaciones para ayudar a los hijos de los héroes caídos.
La participación de las mujeres en el ámbito público durante la guerra permitió convertirlas en agentes de modernización. Ellas estuvieron más abiertas a aceptar las innovaciones que sus compañeros masculinos. En ocasiones, este factor les dio ventajas y en otras, no. En general, el proceso de la guerra reforzó la separación de los sexos y creó una barrera de desentendimiento. Se estableció que los varones iban al frente y las mujeres a sus casas. Además, el proceso de la modernización en las mujeres fue distinto en cada una, pues dependió de la nacionalidad, la edad y la clase social. Para algunas, la independencia femenina les causaba sufrimiento y fatiga.
A fines del siglo XIX e inicios del XX, una variedad de posiciones sobre los problemas femeninos rondó en los intelectuales socialistas. En la obra de Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, se observó a la familia, incluyendo a las mujeres, como dependientes de la estructura económica y el carácter del Estado. Se concebía como la principal función de la familia burguesa a la (re)producción. Si desaparecía el capitalismo, las mujeres podrían obtener los derechos civiles que representaba la igualdad civil, y es que la comunidad de las tareas, incluyendo las domésticas, y la educación liderada por el Estado permitirían a las mujeres lograr su independencia económica.
Babel escribió el texto La mujer y el socialismo, el cual analizó la situación económica y sexual de las mujeres desde la perspectiva de El Capital de Marx. Reconoció que la desigualdad de género no se reducía al capitalismo, sino también, a los varones, no obstante, insistió en la necesidad de erradicar el sistema capitalista para obtener la liberación femenina. Estos autores preveían que la revolución traería una transformación de las relaciones sociales y económicas, incluyendo las de género. De ahí, que se tomara la lucha feminista por sí misma como una expresión burguesa, que obstaculizaba la gestación revolucionaria.
La pareja de Lenin ― Nadezhda Krupskaya ― escribió un corto libro titulado La Mujer Trabajadora describiendo la opresión de las campesinas y obreras. Creía que la unión de los trabajadores y trabajadoras asegurarían su propia liberación instaurando una nueva sociedad. Lenin estuvo de acuerdo con las demandas femeninas de tipo civil y político pero era hostil con el feminismo, y criticó la promiscuidad sexual y la calificó de inmoral. Alexandra Kollontai con su texto Las bases sociales de la cuestión de la Mujer criticó el carácter burgués de la Unión para la Igualdad de las Mujeres, pues los derechos femeninos no se reducían a la educación y los derechos. Reconoció la oposición de cierto sector de los bolcheviques por aceptar que las trabajadoras podrían poseer diferentes necesidades e intereses, y el miedo por los cambios en las estructuras familiares. Llamó la atención, en el contexto de la Primera Guerra, sobre los temas del seguro maternal, las condiciones de trabajo de las mujeres, y la necesidad de centros de cuidado de los niños, derechos electorales y la impresión de artículos sobre los problemas familiares y de higiene.
Alexandra insistió en los cambios culturales para conseguir una transformación de las relaciones de género, e ir más allá de la retórica, incluso demandó una nuevo tipo de amor sexual, en donde se imponía, muchas veces, el ego masculino. Además de desechar la alineación femenina y la voluntad cosificadora de los varones. El surgimiento del comunismo debía cambiar esa situación. Concibió a la Mujer Nueva en relación a la afirmación de sí, debiendo exigir respeto, rechazar la dependencia material y afectiva, rebelarse por la opresión socioeconómica y oponerse a la moral hipócrita y el “cautiverio amoroso”. En general, los autores socialistas trataron de indiferenciar los sexos en un mundo revolucionario, pues todos serían iguales, seres gemelos. Las mujeres deberían masculinizarse en su ámbito económico, político e incluso fisiológico.
Desde 1929, el gobierno soviético comenzó a criticar la inversión de las energías en el amor y sexo, a costa de no dedicarlas a la causa revolucionaria, es decir, a los objetivos del Estado. Se cuestionó el “libertinaje” de las prácticas sexuales, incluso se elaboró un decálogo de doce mandamientos, por Zalkind, para este fin. En 1934, la homosexualidad se convirtió en un crimen, y a las prostitutas se las declaró delincuentes. En la vida cotidiana, las relaciones de género tuvieron una fuerte influencia de la mentalidad aldeana, plasmándose en prejuicios, extendiéndose en el ámbito urbano. En el imaginario, ante una mujer independiente, sus parejas masculinas perdían el respeto por sí mismos, sintiéndose desclasados. Fue un proceso que experimentaron algunos varones.
Por otro lado, en el régimen nazi, como se señaló anteriormente, se instó a que las relaciones de género estuviesen al servicio absoluto de la nación, por lo que se pensó como legítimas las leyes de esterilización y aniquilamiento. Se seleccionó como mujeres “inferiores” a aquellas que tuvieran conducta heterosexual irregular, falta de habilidad y voluntad para el trabajo, y falta de orden en la labor doméstica y el cuidado en la educación de los hijos. Estas leyes eran una expresión opuesta a los logros feministas del régimen anterior (Weimar), a los cuales se les asoció a una influencia judía. Se insistió en que el objetivo del proyecto nazi no era la reproducción sino la “regeneración”. Condenaban la actitud maternalista de las mujeres porque era una manifestación de un egoísmo por tratar de ayudar a todos, sin distinción racial. Esta actitud era un resultado de los rasgos físicos y mentales de las mujeres. Así, era necesaria una educación específica para ellas.

3. CIUDADANAS

Aquí tomaremos la ciudadanía relacionada al Estado, que significa que las ciudadanas adquieren acceso a la membresía de la colectividad nacional. Es la vía más inclusiva de esta integración. Depende del ámbito jurídico-legal y la forma en que han logrado o demandaron el establecimiento de determinados derechos o normas. En el caso particular de las mujeres, ellas no solo poseen derechos de tipo universal, sino también, de diferencia. La disposición de los derechos pasa por condiciones sociales, económicas y políticas de los que desean ejercerlos. En la historia del acceso de las mujeres a los derechos formales se encuentran dicotomías: espacio público/espacio privado, ciudadanía pasiva/ciudadanía activa.
El movimiento de las mujeres posee unos procesos comunes que pueden ser ampliados a las tendencias y reflujos históricos de los movimientos sociales, en su dinámica interna y la variedad de significados para la sociedad. Incluso se puede identificar largas tendencias en las cuales se destacan las conexiones y líneas de tradición que pueden atarse a diversas fases de las actividades feministas, sin exagerar la unidad y similitudes de los movimientos de mujeres y sus objetivos.
En el caso alemán, se puede reconocer los inicios del movimiento de mujeres en el Vormäz. Estos comienzos fueron afectados por continuidades de desarrollo, frecuentes retrocesos y estancamientos y numerosos, valientes y arduos sucesos. Louise Otto fue la primera quien insistió en el incremento de los temas de las mujeres en la esfera pública. Igualmente, las reivindicaciones se expresaron en cartas anónimas a los editores de los nuevos diarios, poesía política, novelas de crítica social y la participación activa de algunas mujeres en las barricadas de la revolución destacando en sus discursos temas específicamente femeninos como lo realizó Louise Aston. Se incrementó la red de organizaciones políticas de mujeres que realizaron alianzas con los socialistas y demócratas dentro del movimiento democrático. Empero, el fracaso de la lucha liberal trajo como consecuencia particular la prohibición de que las mujeres editen periódicos y que se agrupen en asociaciones.
En 1865, las mujeres que fueron activas en las luchas de 1848 decidieron fundar una conferencia de mujeres alemanas desde las diferentes ciudades y estados que se denominó Organización General de Mujeres Alemanas (ADF) dirigidas por Louise Otto y Auguste Schmidt. Fueron reprimidas por el establecimiento del Imperio alemán en 1871. Desde la década de 1870 hasta fines del siglo XIX, el movimiento de mujeres alemanas estuvo limitado por las prohibiciones de asociación y de prensa ― que tuvo el nombre de leyes socialistas ―. No obstante, se gestaron iniciativas y peticiones al Parlamento y gobiernos, encuestas y publicaciones y la instauración de una red de asociaciones. En esta época, asimismo, el movimiento se dividió en dos grupos: las liberales ― que eran mujeres de clase media ― y los sectores laboristas ― que eran trabajadoras.
Desde 1890 hasta inicios del siglo XX, surgió un fructífero movimiento gracias al surgimiento de una nueva estructura de oportunidades políticas: la destitución de Bismark, la abolición de las leyes socialistas, una nueva conciencia sociopolítica de problemas que debían resolverse para superar conflictos sociales, y el incremento de las contradicciones entre los roles tradicionales de las mujeres y el desarrollo económico de índole capitalista e industrial. Las organizaciones y los medios avanzaron en la comprensión de los factores que influían en la exclusión y discriminación de las mujeres de la vida pública. Se concentraron en dos aspectos: la educación y el trabajo.
Se distinguieron tres corrientes del movimiento: las sociales democráticas, quienes enfatizaron la dependencia económica de las mujeres; las radicales ― procedentes de la burguesía de la izquierda ―, quienes lucharon principalmente contra la opresión política y legal; y las moderadas ― quienes eran de la burguesía de la derecha ―, quienes destacaron el espíritu de la situación de la falta de libertad. Las radicales combinaron sus luchas por el sufragio femenino con su apoyo a las campañas internacionales a favor de la paz y la reforma sexual. Todas debatieron sobre diversos tópicos como la prostitución, la ley matrimonial de índole patriarcal, la discriminación contra la maternidad ilegítima y el aborto. Las principales diferencias entre ellas se centraron en el peso que le otorgaron a las materias legales en el fortalecimiento de la liberación femenina.
Al finalizar la Primera Guerra Mundial las corrientes del movimiento feminista alemán se juntaron para lograr el voto femenino ante el Parlamento. Solo después de la derrota militar, el final de la monarquía y una nueva revolución que finalizó con la instauración de la República, se logró el sufragio femenino en la Constitución del Weimar (1919), en cuyo artículo 109 se estableció la garantía de la igualdad de derechos y deberes por parte de varones y mujeres. Antes, solo los socialistas apoyaron oficialmente al sufragio femenino, los otros partidos aprovecharon la coyuntura para incluir problemáticas femeninas en sus programas y representantes femeninas en sus listas de candidatos.
Las mujeres ejercieron el voto para la Asamblea Nacional. Casi el 80% de las alemanas votaron, siendo su número mayor en proporción a los votantes varones. Más o menos el 10% de los delegados electos fueron mujeres. Tiempo después, el 5% de los representantes elegidos de los cuerpos legislativos fueron mujeres. Parecía que la ciudadanía política de las mujeres alemanas se estaba practicando a plenitud, lo que serviría de base para el logro de la completa igualdad de condiciones para las alemanas.
En Alemania, durante la República (Weimar) ― que se extendió de 1919 a 1933―, las mujeres en Alemania fueron ganando espacios en el espacio público. Ellas ingresaron al ámbito laboral, además el número de mujeres profesionales se incrementó y estuvieron amparadas por la Constitución del Weimar en su condición de igualdad de ciudadanía. El ingreso de las mujeres a la estructura política alemana significó su inclusión en los principales partidos existentes en el país: los socialistas, los liberales y los conservadores. Las feministas que entraron a formar parte de estas organizaciones estuvieron convencidas de que la lucha por la igualdad para las mujeres podría tener mejores resultados desde estas instituciones políticas.
La cercanía a la igualdad de condiciones de género estaba aun lejos de lograrse. Todavía los veredictos en los tribunales de justicia discriminaban a las mujeres respecto a las leyes de familia y los derechos de propiedad. La desigualdad, también, se expresó en las condiciones laborales. El status quo patriarcal no se modificó. Además, la participación femenina en la dinámica política fue reduciéndose a lo largo de los años, en términos de votantes y el número de elegidas. Incluso, se afianzó la tendencia de que el voto femenino respaldara a los partidos políticos que tradicionalmente estuvieron en contra del progreso de igualdad de las mujeres.
Los partidos alemanes de izquierda ― socialdemócratas, independientes y comunistas ―, tuvieron la necesidad de lograr el apoyo de las mujeres a través del voto a su favor. Esto no significó el interés verdadero por conseguir la emancipación femenina. Estos partidos subyugaron las problemáticas femeninas a las luchas contra el capitalismo, y explicaban la situación de subordinación de las mujeres por la opresión capitalista. Las temáticas abordadas sobre la vida pública de las mujeres fueron: el mejoramiento de las condiciones laborales, mejor bienestar social para las mujeres pobres y la cooperación entre los camaradas de ambos sexos; y en torno a la vida privada se dedicaron a fortalecer y humanizar a la familia. Además, convencieron a las mujeres que integraban sus partidos a que respaldaran ante todo las causas partidarias, antes que las específicamente femeninas, pues, muchas veces, significaron temas disgregadores.
Al igual que su contraparte, los partidos liberales y conservadores igualmente desearon conseguir los votos de las mujeres. Ellos enfatizaron en sus demandas asociadas a las mujeres en las reivindicaciones para las trabajadoras y las madres, el incremento de oportunidades de educación para las mujeres y el mejoramiento de los servicios sociales para las familias con numerosos integrantes. Al mismo tiempo, exaltaron en la importancia de las reformas legales con el fin de alcanzar la igualdad de las mujeres en la familia y sus profesiones. Se resaltó que las mujeres y varones debían ejercer a cabalidad sus roles tradicionales para reformar al país. Los partidos de estas tendencias reelaboraron su discurso de género sobre la base de las actividades de las mujeres como amas de casa, consolidando la separación de los espacios publico y privado.
En la época zarista, un grupo de mujeres de las elites, entre 1860 y 1870, fueron a estudiar lejos de casa. Desde 1870, algunas formaron grupos de estudio que se enfocaron en problemáticas femeninas. En su mayoría se transformaron en sociedades revolucionarias, las cuales estaban convencidas que solo una transformación social podía mejorar sus condiciones. Las estudiantes rusas en el extranjero formaron grupos de estudio, y Zurich tuvo la mayor concentración de estos grupos. Ellas se rodearon de anarquistas y otros grupos que las convencieron de retornar a su país para iniciar la lucha por los temas femeninos. Ellas regresaron e intervinieron en el proceso de la “emancipación de los siervos”, el cual fue un proceso que permitió cierta liberación femenina en las principales ciudades. Las mujeres intervenían denunciando los malos tratos que recibían los siervos y los trabajadores industriales, situación que solo conocían de forma indirecta.
En el proceso realizaron diversas actividades distribuían panfletos, hablaban en público, escribían artículos de protestas y formaron parte de los diversos grupos revolucionarios; lo que trajo como consecuencia que fueran golpeadas y arrestadas por los policías. Una participó en el asesinato del zar Alejandro II, después de estar prisionera en Siberia por 23 años. En realidad, existió un grupo de revolucionarios que fue condenado a trabajos forzosos de por vida, e incluía una importante cantidad de mujeres, quienes eran llamadas “las amazonas rusas”. Las mujeres fueron ganando espacio en los partidos, a cambio de omitir la defensa de los temas femeninos, y apoyar por entero a la revolución popular.
En el contexto de la revolución de 1905, algunas mujeres acomodadas del espacio rural y una rama socialista de la Unión para la Igualdad de las Mujeres ― tradicionalmente integrada por mujeres privilegiadas ― demandaron el sufragio femenino. El ejemplo finlandés estaba reciente, y estimuló la lucha por este derecho. Sin embargo, la Unión no contaba con un número grande de adscritas, tenía en contra un conservadurismo zarista y la oposición de un sector de los socialistas frente al surgimiento de organizaciones feministas autónomas. Además, la derrota de 1905 significó el fortalecimiento de la represión zarista.
El establecimiento del sufragio femenino en Rusia fue dado desde 1917, no obstante, su cesión fue una estrategia para prevenir mayores enfrentamientos y estabilizar el orden social. Después de este logro las feministas se dispersaron en los partidos. Se creó en 1919 una sección femenina ― Jenotdel, que se suprimió en 1929 ― en el Comité Central, y en todas las organizaciones estatales para acelerar la integración femenina a la política. Esta sección aconsejó, ayudó y reguló los conflictos profesionales y domésticos; planificó leyes y modificaciones o enmiendas a los decretos, promovió campañas de alfabetización, luchó contra la prostitución, coordinó con los diversos niveles burocráticos; vigiló las cuotas a nivel laboral y de los soviets; reguló los problemas de aprovisionamiento; entre otros. A esta sección se le unió un sistema de “delegadas” obreras y campesinas, que eran elegidas por sus compañeras, quienes luego de formarse por un año colaboraron con los soviets y los tribunales. Empero, en realidad, estas organizaciones fueron una fuerza política secundaria sirviendo como un medio de difusión del poder.
Las mujeres, como la población en general, tuvieron que pasar los efectos negativos de la guerra civil y la adaptación de la Nueva Política Económica y del régimen soviético que significó hambre, conflictos, entre otros. Se mostraba un lento crecimiento de la mano de obra femenina y escaso interés de las mujeres por la política. Las delegadas del campo eran en su mayoría provenientes de las ciudades, porque las campesinas no tenían interés en participar.
En la Revolución bolchevique y la Guerra Civil, las mujeres participaron en ambos lados. Ellas hicieron de combatientes, enfermeras, mensajeras, centinelas, guardias, entre otros oficios. Una de las mayores protagonistas bolcheviques fue Alexandra Kollontai, quien ayudó a Lenin a convocar a las mujeres en la participación política directa que las extrajese del ámbito doméstico. Con la instauración del gobierno bolchevique, las rusas lograron mejoras legales importantes como la ley del matrimonio civil y el divorcio, la protección estatal a madres e hijos desde el ámbito de salud, la posibilidad del aborto, y facilitar el trabajo doméstico mediante el establecimiento de servicios de casas-cunas y guarderías públicas. Igualmente se declaró la igualdad de los conyugues frente a los hijos, el reconocimiento del concubinato y la rigidez de las pensiones alimentarias, como se señaló anteriormente.
Las intenciones de emancipar a las mujeres tuvieron su revés por el desorden motivado por la guerra civil. Ante la situación caótica en que se encontraba el país, las mujeres prefirieron refugiarse en las instituciones de la familia y la comunidad rural. Las reivindicaciones femeninas terminaron de manera oficial en 1992 por la perdida de influencia de Kollontai y la muerte de Lenin, pues el nuevo gobierno se centraría en aumentar la productividad y la industrialización. Las organizaciones femeninas fueron suprimidas y el número de mujeres que participaban en las cúpulas gubernamentales disminuyó dramáticamente. No obstante, los adelantos para las mujeres se circunscribieron en el campo educativo. El relativo mejoramiento de las condiciones de vida y las leyes proteccionistas, parece que promovió que las mujeres dejen sus trabajos y se retirasen al espacio doméstico.
Los conflictos cotidianos del gobierno soviético dieron prioridad al campo económico, dejando de lado el cumplimiento de los programas y políticas asociadas a las mujeres. Lo importante era erradicar el código burgués, masculinizando el comportamiento adoptándose la brutalidad y la grosería como valores. Las leyes que tuvieron las mujeres a su favor, no fueron aprovechadas porque no estaban educadas para participar activamente en la política, ni reclamar por el cumplimiento de sus derechos. Esto permite la aprehensión de las leyes de manera perversa siendo contrarios a los objetivos con los que fueron establecidos.
Un punto aparte, es el área de Asia central que pertenecía a la URSS, que era de tradición musulmana. Por tanto, las condiciones de modernización occidental fueron poco aplicados en estas sociedades. Aunque, poseían una significativa cantidad de mujeres educadas, en el ámbito doméstico, las mujeres estaban regidas por la tradición y la religión. Estos dos elementos eran considerados por la población como parte trascendental de lo que concebían como nación y de su identidad, y en las que las mujeres eran una pieza importante. Estas consideraciones se contraponían con el impulso soviético de modernizar las relaciones de género. El gobierno prohibió la poligamia, y el matrimonio de muchachas púberes, la dote, el levirato, entre otros. Se dieron avances en torno a las leyes, empero la tradición y la configuración social de estas localidades obstaculizó cambios en la vida de estas mujeres.
El proyecto nazi tuvo su propia dinámica. La cantidad de mujeres que se unieron al partido nazi es una cuestión de debate en la historiografía. Algunos afirman que ingresó una cantidad importante, otros que se constituyó en el menor número de los integrantes con respecto a otros partidos. También, se subraya que muchas de las integrantes no eran activas. Al parecer, las mujeres prefirieron adscribirse a la Liga Nacionalsocialista de Mujeres, que se creó en 1931, y defendía los postulados nacionalsocialistas. Se intentó convertirlo en un partido afiliado en 1935. A fines de 1932, poseía 110 mil integrantes, y en 1935 sumó dos millones. Asumió su presidencia Gertrud Scholtzklink desde 1934. Tuvo la intención de convertirse en una elite femenina por lo que se restringió la cantidad de sus integrantes hasta 1936. Su fin se centró en mantener por separado desde el criterio de los sexos la organización nazi, además de brindar educación a las mujeres respecto a sus labores según la ideología del partido.
Destacó la cantidad minoritaria de mujeres en el partido frente al de los varones. En las organizaciones nazis, las mujeres no tuvieron un rol importante en el liderazgo siendo mas bien pasivas, y tampoco fueron mayoría en los crímenes nazis. Surgió, antes de 1934, un sector de líderes femeninas nazis de contracorriente que acentuó la masculinización del partido, por lo que demandó resaltar la importancia de las mujeres en el proyecto, especialmente en los ámbitos del trabajo, la profesión y la política. Igualmente, se requirió el pago de prestaciones a todas las clases sociales, porque las políticas hasta el momento se enfocaron en las mujeres de clases altas y medias. Sin embargo, las tendencias conservadoras del partido dominaron la escena desde 1934, concentrándose en la educación femenina para las labores domésticas y la maternidad, sofocando la tendencia femenina reformista. A partir de 1937, con timidez se promovió el ingreso de mujeres a las profesiones académicas, y la ayuda a las obreras en sus trabajos y familias.
Scholtzklink insistió que la “cuestión femenina” era un asunto secundario, y lo trascendental consistía en la lucha contra la “degeneración” étnica y el sacrificio por el pueblo. Criticó el “antiguo” feminismo, porque proclamaba a las mujeres como un grupo especial, mientras que, ella consideró que la política era un campo masculino, aunque las mujeres podían pensar políticamente, priorizando la nación antes que el género. El último tema era concebido únicamente como una división de tareas. estos criterios fueron transmitidos en la educación de estas organizaciones, tal vez, influyó en la falta de resistencia activa de las mujeres a las políticas nazis.
De otra parte, en Rusia, la llegada de Stalin al poder en 1927 significó una gran diferencia de la situación de las rusas frente a sus demás contemporáneas europeas. La prioridad de incrementar la productividad e industria de la URSS, motivó que se recortasen los beneficios protectores a las trabajadoras. Ellas, en 1940, sumaron el 45% de la mano de obra nacional. Así, Stalin mencionó que estas circunstancias reflejaban la igualdad de género, y por tanto, las mujeres no requerían de legislaciones e instituciones especiales para protegerlas. Por ende, en 1936, fortaleció a la familia como célula de la sociedad y prohibió el aborto, y en 1943 y 1944, abolió la coeducación y el divorcio. Además, en 1930, abolió el partido de las mujeres.
La retórica socialista de la liberación femenina, en términos de políticas reales, enfatizó en el rol de las mujeres como productoras y reproductoras. Al final se consiguió cargarlas de más trabajo porque la distribución fue ineficiente, los hombres ayudaban poco en las labores domésticas y los servicios sociales eran inadecuados. Las propias necesidades y sentimientos de las mujeres no fueron las guías de las políticas. La falta de derechos democráticos de toda clase hizo imposible enfrentar la herencia de la ”cuestión de la mujer” o su reinterpretación para ajustarlo según los requerimientos del estado soviético. Las mujeres fueron una parte importante de la esfera pública de la sociedad soviética como trabajadoras y administradoras políticas, pero sus necesidades cambiantes no tuvieron prioridades políticas.

3.1. CIUDADANÍA LABORAL

En este ítem trataremos de forma separada la dinámica del ingreso de las mujeres en el mercado de trabajo durante la primera mitad del siglo XX. Esta dinámica significó una ampliación de la ciudadanía, especialmente la de tipo social. Se optó por separar este tema por su relevancia. Los estados-nación trataron de ayudar a las mujeres trabajadoras en su maternidad. En Alemania Imperial, se les daba hasta ocho semanas de permiso con salario incluido, siendo dos semanas antes del parto y seis después de él. También, se generó una legislación proteccionista que contribuyera a facilitar la vida de las mujeres como trabajadoras y amas de casa.
Se reguló un horario máximo de salida para que pudieran atender sus labores domésticas, lo que implicó la reducción del horario de trabajo y la prohibición de que laborasen en horario nocturno. Estuvieron de acuerdo gran parte de los varones, pues los conservadores creían que estas leyes promoverían que los patronos se desanimasen a contratar a las mujeres, y los socialistas, creían que las mujeres tendrían mayores incentivos para independizarse económicamente. Existieron numerosas exiliadas por su actividad revolucionaria de carácter socialista y sindical. Ellas integraron una comunidad socialista de ámbito internacional. Hicieron visible su activa participación en los grupos revolucionarios. Algunas sindicalistas se convirtieron en socialistas feministas, al percatarse de la necesidad de incluir los problemas femeninos en los partidos socialistas.
Existieron dificultades para la incorporación de las mujeres a los sindicatos por la indisposición de los varones de recibirlas, el temor de las mujeres por perder sus salarios al expresar sus demandas y los inconvenientes de organizar sindicatos en las áreas de trabajo femeninas. Sin embargo, paulatinamente, las mujeres integraron sindicatos, especialmente en los sectores no especializados. Se observó un crecimiento de sindicatos femeninos relacionado al aumento de los partidos socialistas, los cuales posibilitaban el ascenso social a algunas mujeres que incluso llegaron a ejercer cargos públicos. Uno de los puntos básicos de los reclamos fue la igualdad salarial.
Algunas socialistas feministas propusieron al partido socialdemócrata que se crease un departamento, un sindicato y un periódico femenino para motivar el ingreso de las mujeres al partido por ser minoritario. Sobre la base de estas instituciones, ellas aprovecharon en difundir los problemas femeninos y los propios del socialismo. Trataron de respetar la unidad socialista. En esta tendencia siguieron Rosa Luxemburg (1870-1919) y Clara Zetkin (1857-1933). Sus reivindicaciones junto a otras socialistas fueron escuchadas entre 1875 y 1925 y tuvieron mayor acogida en Alemania y Rusia.
Clara logró la aceptación de su partido y de la Internacional de Mujeres Socialistas. En sus escritos enfatizó en la dominación de las mujeres por los varones, y la necesidad de que las mujeres fueran económicamente independientes. Igualmente, mencionó que el partido no podría triunfar sin el apoyo de las trabajadoras, y éstas mejorarían su situación a través del socialismo. Ella paulatinamente fue empeñándose en las reivindicaciones feministas y rechazó la idea de que estas luchas fueran de carácter burgués. En 1910, la Internacional decidió apoyar el sufragio femenino y algunos derechos sociales, y se estableció el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer.
Rechazó algunas posturas feministas de su época. No estuvo de acuerdo en la propuesta de fundar centros comunitarios para facilitar la vida de las trabajadoras en donde se realizaran tareas domésticas. Igualmente, se opuso a la propuesta de un sector de las feministas socialistas en torno al derecho del control de la natalidad y el aborto. Sobrevaloró la maternidad y el matrimonio. Cuando el partido apoyó el ingreso de Alemania a la guerra, se decepcionó y fundó el Partido Comunista Alemán. Desde la década del veinte radicó en Moscú, empero hizo su última aparición pública en 1932, en el Reichstag. Ante el posterior predominio de los nazis, sus esperanzas se centraron en la URSS.
Los cambios producidos entre 1870 y 1920 para las mujeres tuvieron mayores repercusiones que los acontecidos en la Primera Guerra Mundial. Mientras que para las mujeres burguesas, esta época significó una experiencia liberadora por su ingreso al mercado laboral, en cambio, en las mujeres del sector laboral, produjo una mayor explotación, con respecto al periodo anterior. El acontecimiento de la guerra motivó que los gobiernos europeos paralizasen las leyes proteccionistas asociadas a las mujeres en el transcurso de la guerra. Se llamó a las mujeres a ocupar los puestos de trabajo que los varones dejaban por participar en la guerra. Muchas mujeres respondieron a este llamado por los atractivos salarios y el sentimiento patriota. Esta situación tanto para varones y mujeres era coyuntural. Ellas recibieron salarios menores a los varones.
Algunas prácticas de las mujeres trabajadoras se mantuvieron. Por ejemplo, las protestas de ellas por las malas condiciones de trabajo fueron ejercidas antes y durante la guerra por medio de marchas u actos de reclamo. Recurrieron a actividades tradicionales como la huelga del pan, u otras novedosas como la huelga, los piquetes, la llamada a la revolución.
En Alemania, las mujeres en principio fueron mano de obra de forma esporádica y minoritaria a inicios de la guerra. Paulatinamente su colaboración en este campo fue intensificándose y centralizándose en los últimos tiempos de la guerra. La economía fue organizada según la configuración militar, y los líderes gubernamentales señalaban que no obtendrían una victoria sin la fuerza de trabajo femenina. La prioridad industrial se centró en los armamentos. Esta propuesta fue criticada por las autoridades civiles y las agrupaciones feministas. Sin embargo, el reclutamiento fue efectivo.
Existe un debate en torno a la proporción del ingreso de alemanas al mercado de trabajo. Algunos indican que solo un 2% más de la población femenina se incorporó en la fuerza laboral. Esta afirmación es contradicha por otros autores que aseguran que el crecimiento fue de un 50% en empresas que contrataban más de diez trabajadores. En todo caso, lo más importante fue la expansión del número de trabajadores en las familias para suplir las necesidades de la guerra.
La imagen de una fuerte transformación del campo de trabajo por la incorporación de las mujeres tuvo como factores destacados el hecho de que las mujeres nunca habían sido aceptadas completamente en este rol, y que la inflación y la crisis profundizaron la situación de la falta de trabajo. A esto se añade el desequilibrio de la población por la guerra, lo cual era una cuestión coyuntural.
En el sector agrícola, el número de mujeres que trabajaron en el área eran casadas y tuvieron que enfrentar penurias económicas por el contexto de la guerra, el bloqueo y la reconstrucción después de la guerra. Su mayor crecimiento se dio en la época de la Primera Guerra. En cambio, con la intensificación de la racionalización de la industria y ciertos aspectos de la agricultura durante el segundo periodo de la República, muchas mujeres incursionaron en el primer sector. Ya en 1933, nuevamente los varones dominaban las labores agrícolas, y surgían los comentarios de la mayor visibilidad de las mujeres en las ciudades.
En la industria, las mujeres como mano de obra se incrementaron hasta el final de la guerra. Ellas incursionaron en campos como la industria pesada militar, la industria química y otros sectores que no habían contratado a mujeres anteriormente. Las tareas en el servicio social se ampliaron para ayudar en la satisfacción de las necesidades de las familias sin padre. Las mujeres también apoyaron a las fuerzas armadas en sus labores de costura, cocina, enfermería y en el área de comunicaciones. Sin embargo, algunas ocupaciones aunque eran novedosas no requirieron un proceso de especialización que ayudara a evolucionar la profesionalización de las mujeres.
El regreso de los soldados al país significó el decrecimiento de los puestos de trabajo para las mujeres. Además, el acaecimiento de la crisis económica profundizó el desempleo y los conflictos por un puesto de trabajo entre ambos sexos. Muchas regresaron a sus labores hogareñas dependiendo otra vez de sus parientes masculinos o esposos, o volvían al campo, o retornaron a los trabajos de servicios domésticos o a las tareas tradicionales como la costura. Aquellas que lograron conservar sus trabajos recibieron un salario menor que los varones. Así, las reivindicaciones socialistas y feministas no fueron escuchadas por los varones sindicalistas, empero se dio una mejora con respecto al tiempo anterior a la guerra.
En este contexto, crecieron los trabajos industriales en los domicilios para las mujeres. Era el más pernicioso pero se constituía en un ingreso familiar. Las iniciativas de los gobiernos y los sindicatos por eliminar este tipo de trabajo originaron la desconfianza y resentimiento de las mujeres que los realizaban. Por otra parte, se conceptuó como una amenaza la competencia femenina en la ocupación de los puestos de trabajo por el proceso de racionalización industrial desde 1925. Se dividió con mayor énfasis las labores industriales que hicieron más simples y repetitivas las acciones productivas lo que favoreció a las mujeres, por ser una mano de obra menos especializada y más barata. Aunque, esto no significó el desplazamiento de los varones, mas bien implicó que los sectores industriales en que se desarrollaban las mujeres se expandieron (producción de artículos de consumo, artículos químicos, artículos eléctricos, bienes de confección, alimentos, entre otros). Igualmente, el número de trabajos para varones aumentó por el crecimiento del sector de construcción e industrias pesadas.
Los cambios de las cadenas de montaje perjudicaron la producción de las mujeres, pues los inspectores las veían como muy proclives a estar nerviosas o agotadas perjudicando su desempeño laboral. No se consideró que ellas no solo trabajaban en la fábrica, sino que también al llegar a sus casas. A su vez, la transformación de la dinámica de agrupación de las empresas negó el ingreso de las mujeres en los altos cargos directivos, especialmente en las más grandes. La preparacion ocupacional fue rara, lo que estaba en contra del importante número de inexpertas frente a maquinas automáticas. Ellas fueron asignadas a tareas específicas bajo la supervisión de un capataz, que en ciertas ocasiones, se pensaban a sí mismos como hombres femeninos. Los industriales reconocieron talentos especiales en las mujeres como diligencia, atención en los detalles y una aptitud frente a labores monótonas.
Las mujeres, además, fueron dueñas de tiendas, fondas y tabernas; no obstante, su número fluctuó en la primera mitad del siglo XX. Trabajaron como oficinistas y vendedoras cuyos puestos de trabajo aumentaba. En estos espacios laborales se asoció la buena presencia física con el éxito del trabajo. El cuidado de la apariencia física respondió, al mismo tiempo, al deseo de conseguir un esposo porque se consideraba al trabajo como un estado temporal, lo que consolidó porque la mayoría de las mujeres después de los treinta años no eran requeridas en los puestos de trabajo.
Aquellas que eran profesionales representaron una pequeña porción de las trabajadoras. Ellas se dedicaron a las áreas de salud, educación y artes. Tuvieron mejores logros, quienes accedieron a la educación superior. Se centraron en la enseñanza, sin embargo, su número en comparación a antes de la guerra, solo constituyó un pequeño incremento. Y su cantidad disminuye aun más si se considera los altos puestos educativos. Las que se dedicaron a carreras de salud en su mayoría eran enfermeras, solo algunas ascendieron prodigiosamente. En realidad, se puede identificar un avance significativo en las profesiones por parte de las mujeres en el periodo anterior a la guerra y su impacto se atenúa cuando lo comparamos con los progresos de los varones. Por tanto, cuando se incrementan el salario y responsabilidad de los trabajos; disminuye los porcentajes de mujeres.
El número de empleadas en el régimen nazi incrementó, con respecto al gobierno anterior. Ellas eran solteras, casadas y madres. Una fuerte cantidad de mujeres y especialmente varones extranjeros ― sobre todo de Europa del Este ― llegaron a trabajar a Alemania forzados por el gobierno. Los menos valorados racialmente eran los rusos seguidos de los polacos, y justamente, en estos sectores el mayor número de trabajadores eran mujeres, quienes generalmente laboraron en la industria de municiones y el resto en la agricultura y en el servicio doméstico.
A pesar que, en algunos sectores económicos, los salarios de las mujeres fueron equitativos al de los varones, el mayor número de mujeres siguió trabajando en ámbitos no modernos (agricultura y servicio doméstico). Las políticas nazis trataron de desalentar el ingreso de las mujeres a las universidades y al mercado de trabajo porque se deseaba que se dedicaran al hogar y la maternidad, además, se consideraba que ganaban doble sueldo: el de su trabajo, y la “mantención” del esposo. No obstante, no se logró parar el incremento del ingreso de las mujeres al mercado laboral. Esto se debió al desarrollo de una intensa modernización económica, la necesidad económica de las mujeres, la disposición de contratar mujeres, entre otros factores.
Durante la Segunda Guerra Mundial, en Alemania se dio un mínimo crecimiento de la mano de obra femenina. Se identificó a medio millón de mujeres trabajando como personal auxiliar en el ejército. En los primeros años, laboraron como oficinistas y telefonistas, hasta que avanzada la guerra, ellas también se encargaron de usar los reflectores, disparar cañones antiaéreos y apagar los incendios.
En Rusia, el ingreso de las mujeres al mercado de trabajo fue paulatino. Las rusas, generalmente, en el régimen soviético trabajaron como obreras, campesinas y funcionarias. Fueron importantes para su desempeño las políticas económicas implantadas por los gobiernos, que modernizaron y colectivizaron la economía según las políticas que creían convenientes ― Nueva Política Económica y sus planes quinquenales ―. Debieron enfrentar distintas crisis económicas que motivaron la escasez de recursos para ellas y sus familias, al igual que la planificación estatal del abastecimiento de los productos. La configuración de los salarios dependió de la coyuntura económica, por lo que, en ocasiones, subían, estancaban o bajaban.
Posteriormente a 1921, el enfrentamiento entre el Estado y los campesinos se intensificó por la colectivización de la agricultura que debía satisfacer el consumo de granos para el consumo interno y la exportación, llegándose a ejecutar confiscaciones. En este contexto, algunas campesinas protestaron abiertamente ante esta actitud. Con Stalin, el campesinado adquirió en la práctica un estatus de “ciudadanos de segunda”, y las condiciones obreras se deterioraron por el trabajo a destajo, la libreta de trabajo, el fortalecimiento de la disciplina y los desplazamientos limitados.
El incremento de la mano de obra femenina en las industrias subió. En 1928, sumaron el 28,8%, mientras que, en 1940, representó, el 43%. Los sectores económicos nuevos a los que ingresaron fueron: la minería, la metalurgia, la industria química, entre otros. Se las exentó de trabajos muy pesados o muy riesgosos, especialmente a las embarazadas. Sin embargo, el requerimiento por industrializar el país, y luego la Segunda Guerra, causaron el escaso cumplimiento a los reglamentos y la anulación de los permisos por maternidad. Al final, ningún oficio estaba cerrado para una mujer, y en líneas generales, la mayoría de las mujeres poseían oficios no cualificados o semicualificados. Aunque, poseían un salario igual al de los varones, el establecimiento del trabajo a destajo les fue contrario porque su rendimiento era menor. No solo trabajaban fuera de casa, sino también, dentro de ella realizando la mayoría o todas las tareas domésticas. No fueron auxiliadas en este aspecto por el Estado, pues las guarderías fueron escasas en las ciudades, y nulas en el campo.
Las mujeres en su mayoría en Alemania no se movilizaron, aunque sí en Rusia. Las mujeres ocuparon la mayoría de los puestos de trabajo vacantes en la agricultura, y al final de la guerra eran un 45% de la fuerza de trabajo en la industria. Aunque, no se dio un llamamiento formal, las rusas debieron responder por la invasión alemana de 1941, que incluyó asesinatos por las ametralladoras aéreas alemanas. Es decir, que las mujeres tuvieron que lidiar con el trabajo de la guerra y sus responsabilidades domésticas.
En el contexto de la guerra, nuevamente las rusas ingresaron con fuerza a los puestos de trabajo. Las mujeres en la agricultura llegaron a sumar el 70% de la mano de obra. En 1945, ellas constituían el 56% de las obreras y empleadas. En este contexto, más mujeres llegaron a puestos calificados. No obstante, esta situación cambió en la postguerra, pues los varones retornaron a sus oficios. Ellas perdieron terreno en los puestos conseguidos, especialmente en los de mayor jerarquía. El desequilibrio de la población por sexos que provocó el significativo número de muertes en la guerra, permitió la mayor valoración de los varones y el aumento de hogares encabezados por madres solteras.

4. ELLAS Y LOS CONFLICTOS ARMADOS

Parte de la ciudadanía activa es la disposición de sacrificar la vida por su nación. La participación de las mujeres en los ejércitos y la guerra posee una asociación con la ciudadanía. El ítem involucra a las mujeres como actoras en estos espacios, como ejecutoras y como victimas.
En la Primera Guerra Mundial, las perdidas humanas se centraron en varones jóvenes y permitió el crecimiento demográfico de las mujeres en proporción al otro género. Después de la guerra, los nombres de los héroes fueron honrados y se establecieron numerosos monumentos a su honor. Mientras, las mujeres eran solo aludidas como alegorías (victoria, maternidad, viudez, entre otros).
Un aspecto interesante de la visión de Alemania sobre los otros países europeos, en el contexto de la Primera Guerra, tuvo como referencia símbolos de género. Alemania estaba orgullosa de su éxito económico, estaba convencido de la superioridad de su civilización y se propuso conquistar una Rusia “bárbara” y una Francia “afeminada”. Cada uniformado se imaginó que en sus actividades demostraría los valores morales más altos, y disfrutaría de los rangos militares. Inscribirse era una demostración de patriotismo y se vanagloriaban de las vivas que recibirían de las mujeres y sus lágrimas por su regreso. Las movilizaciones afectaron los sentimientos familiares y revivió el mito de los varones como protectores de la maternidad y el amor. La emoción de los soldados se intensificó porque creían que formaban parte de un frente nacional, y estaban salvando a su nación.
Los gobiernos esperaban que la guerra fuera corta, por lo que creían que las mujeres se resignarían a dejar sus protestas feministas ante la causa nacional. Así, les dieron la bienvenida a trabajos caritativos, no se quería que sirviesen de otras maneras. Las prestaciones que obtenían las mujeres en la caridad eran diferenciadas, y las recibían en calidad de esposas legítimas y por la cantidad de hijos. Alemania siguió viendo estos pagos como una forma de beneficio, manteniendo los pagos bajos.
Según Bridenthal y Koonz, las alemanas asumieron cierta culpa por la muerte de miles de soldados en la Primera Guerra, mientras que ellas se insertaban al mercado de trabajo como nunca antes, y tuvieron mayor acceso a puestos de trabajo típicamente masculinos y a oportunidades educativas. Es decir, lograron cierta liberación a cambio de muertes, a lo que se suma la falta de cumplimiento de sus tradicionales responsabilidades. Estas ideas fueron difundidas por los partidos burgueses. Esto explicaría porque el partido que obtuvo un mayor número de votos femeninos fue el Partido Centrista Católico, el cual tuvo la menor cantidad de diputadas en el Parlamento. Estos grupos conservadores solicitaron una mayor valoración social y económica del trabajo de la ama de casa y la madre. Se intentó otorgarle mayor atractivo a la imagen de la maternidad.
Las rusas participaron en las transformaciones de su nación involucradas en el proceso de la Revolución Rusa. El doble de trabajadoras se desempeñó en los puestos de trabajo durante la guerra. Además de cumplir su horario laboral, que consistía en doce horas, no poseían leyes proteccionistas. En estas condiciones, ellas, igualmente, debían hacer largas y duraderas colas para conseguir pan para su familia y descuidaban sus labores domésticas. Por tanto, el 8 de marzo de 1917 ― 23 de febrero en el calendario ortodoxo ruso ―, día internacional de la mujer, las trabajadoras rusas salieron a las calles de Petrogrado para protestar por el nuevo racionamiento de pan y el alza de los precios, a pesar de la oposición de los líderes políticos. Se les unieron otros trabajadores llegando a realizar una huelga general.
Esta protesta encendió el malestar general de la población y se extendió a diversas ciudades rusas, llegándose a lograr la renuncia del zar. En la Republica, las mujeres continuaron participando de forma activa. Así, reclamaron su derecho al sufragio, expresaron su oposición a la guerra y manifestaron la necesidad de mejorar sus condiciones sociales y laborales. Se formó un batallón femenino compuesto por intelectuales, burguesas, nobles y obreras que defendieron la sede de gobierno en el intento de derrocamiento, por lo que la revolución se convirtió en guerra civil. Sin embargo, la hegemonía bolchevique fue ganando espacios hasta gobernar de forma absoluta.
Ya con el poder hegemónico de Stalin, se introdujo un régimen de terror que implicó la instauración de la pena de muerte, las torturas, los arrestos arbitrarios y masivos y los campos de concentración; que no excluyeron a las mujeres. Ellas sumaron el 12 a 14% de personas arrestadas, pero, luego, aumentaron porque se introdujo la categoría de “pariente de un traidor”, el cual motivó el ingreso de muchas mujeres, en calidad de esposas o parientes, por no denunciar a los denominados “enemigos del pueblo”. Ellas fueron llevadas a los campos de concentración, de dos a cinco años.
La toma de poder por el nacionalsocialismo en Alemania, en 1933, fue posible por un astuto manejo de los temores irracionales promovidos por los conflictos económicos, sociales y políticos del momento. El temor por los cambios de la estructura social anclados en la familia, que se caracterizó por su autoritarismo, influyeron en la atención de la población alemana a Hitler. Dentro del programa del partido destacó el discurso de que las mujeres volvieran al hogar pues se observó que ellas se alejaban de su casa, sus hijos y su moral al ingresar al mercado de trabajo y afirmar su independencia. Esta intención se reprodujo con el lema: Zinder, Küche, Kirche (hijos, cocina, iglesia). Y es que:
«El hogar era para la mujer alemana lo que el taller, el pequeño negocio o la granja era para el hombre alemán; significaba status, independencia, respetabilidad y seguridad. Era, en resumen, el territorio que había que defender. El temor de las mujeres a perder el puesto que tradicionalmente les correspondía en la sociedad era semejante al miedo de los hombres a la “proletarización”».

La elección del nacionalsocialismo se constituyó en una expresión contradictoria porque este partido fue apoyado por las alemanas, a pesar que significó el recorte de los avances que las mujeres habían logrado. Algunos autores responden a esta incertidumbre destacando que en el régimen del Weimar continuó la ideología patriarcal en la mente de las alemanas. Otro elemento que puede explicar esta elección es el debilitamiento de los movimientos feministas que al final de la República, tuvo problemas generacionales que se relacionaron con la racionalización de las profesionistas como empleadas, el rechazo del estilo antiguo de liderazgo, y la separación de género y la múltiple organización que destacó el anterior movimiento.
La Segunda Guerra Mundial se caracterizó por ejecutarse sobre las ciudades y poblaciones civiles, incluyendo a mujeres y niños. Incluso en los campos de concentración, los primeros en asesinarse eran a mujeres y niños. Aparte de los bombardeos que tuvieron que sufrir, también enfrentaron el hambre, los saqueos, las violaciones y los asesinatos. Ellas se ocuparon del cuidado de los niños, la comida, la ayuda a los heridos y los refugios.
La Asociación de Mujeres Nazis fue liderada por Gertrud Scholtz-Klink, como se comentó líneas arriba, y otras organizaciones femeninas adquirieron la ideología nazi. La asociación gestionó una campaña educativa para las mujeres y las niñas con el objetivo de difundir las perspectivas nazis en torno al ideal del hogar y el racismo, y así fortalecer la construcción del III Reich. Aunque la presencia de las activistas nazis era una minoría frente a los varones y la población femenina, sin embargo, fueron eficientes y decididas. Ellas pertenecían a los diferentes sectores sociales, excepto la elite, y participaron en las políticas nazis por el cumplimiento de sus trabajos (secretarias, guardias, entre otras) o profesiones (médicas, enfermeras, académicas, entre otras). Empero todas ellas contribuyeron a la burocracia genocida. Las guardias eran las más cercanas a los campos. Ellas por ejemplo, seleccionaban a ciertas judías para ingresarlas a un burdel a servicio de los soldados alemanes. Cuidaban que las seleccionadas no tuvieran enfermedades venéreas y en su pecho les tatuaban “puta del campo” y su número de identificación. Fue “celebre” el sadismo de algunas guardias femeninas.
La cantidad de alemanas que respondieron a los llamados de apoyar al gobierno en la guerra fueron escasas, a diferencia de las inglesas y rusas. La mayoría que realizó trabajo voluntario en el Servicio de Trabajo fueron varones. Aunque, en 1938, se estableció un “año de servicio” para las jóvenes, ellas lo evitaron en lo posible porque el régimen anteriormente reforzó la imagen de que las mujeres debían quedarse en sus casas. Ante esta situación, el gobierno recurrió al trabajo de los esclavos, prisioneros y extranjeros de ambos sexos, para evitar forzar a las alemanas. La resistencia activa de las mujeres fue muy difícil por la hostilidad que se expresaba sino se seguían los procedimientos nazis.
Numerosas mujeres que participaban activamente en grupos socialistas, comunistas o laboristas fueron aprisionadas y llevadas a campos de concentración. Algunas veces, eran recluidas con la intención de coercionar a sus parientes masculinos. Cerca de la mitad de las victima del racismo nazi fueron mujeres. Las leyes del 7 y 25 de abril de 1933, a pesar de la oposición de ciertos grupos políticos, expulsaron a los varones y mujeres judíos de la vida política, profesional, económica y cultural.
En la Segunda Guerra Mundial, las mujeres rusas participaron en las fuerzas armadas y en las batallas, a través del apoyo en el manejo de la artillería y los tanques, e integraron los regimientos de las fuerzas aéreas, sobre todo en las unidades de combate antiaéreo. La mayoría de estas mujeres fueron solteras y viudas, y habían trabajado anteriormente en las fábricas. Muchas recibieron honores militares. Una heroína tuvo gran publicidad luego de su muerte. Se trató de Maria Oktyabr’skaya, quien aprendió a manejar tanques y tuvo uno que llamó “Amigo de la Mujer Combatiente”.
Existió un grupo aéreo conformado completamente por mujeres, en 1941. Estaba integrado por tres regimientos, combatientes, bombarderas y bombarderas nocturnas. Tuvo 125 batallas aéreas y ganó 38 victorias. Ellas ganaron numerosas condecoraciones. Una de las pilotas rusas más conocidas fue Lily Livak, quien era una adolescente, se alistó en 1941 y fue una hábil piloto. La llamaron “La Rosa Blanca de Stalingrado”. Intentaba sacar a los alemanes de su país para regresar junto a su madre y tener una vida tranquila.
La invasión alemana a Rusia, que duró de 1941 a 1943, sometió totalmente a la población de Stalingrado. Logró esto por los bombardeos y el control del acceso de los alimentos. A fines de 1941, casi un millón de personas se murió de hambre. Las mujeres ayudaron a atacar al enemigo mediante la excavación de trincheras, la colocación de alambre de pinchos y la construcción de bunkers. El Día Internacional de la Mujer en 1942 fue celebrado por una limpieza de la ciudad, que incluyó el entierro de los cuerpos.

5. APUNTES FINALES

En este breve recuento panorámico de la participación de las mujeres en la construcción de los proyectos nacionales de Alemania y Rusia durante la primera mitad del siglo XX, se destaca la diversidad de las posturas en la planificación, formulación y aplicación de los proyectos nacionales que trataron de ejecutar los Estados-nación respecto a las relaciones de género. No existió homogeneidad en los proyectos, al contrario destacó la heterogeneidad en los intelectuales y en los estatistas. No obstante, se puede identificar un conservadurismo mayor de los últimos frente a los primeros en las consideraciones que poseían sobre la participación femenina en la gestación de sus naciones. Aquí, es necesario subrayar que no tomamos a la nación, únicamente en su expresión territorial, sino en la noción más genérica de “comunidad imaginada”. El hecho de ser alemana o rusa significó lidiar con un ideal que los proyectos nacionales formularon de forma constante.
La participación de las mujeres alemanas y rusas fue activa y pasiva en estos proyectos nacionales. Dependió de su acceso a los recursos sociales, económicos, políticos y culturales. Las demandas por las mejoras en sus condiciones no se redujeron a las elites y tampoco a los sectores populares. Al pertenecer a diferentes sectores sociales, ellas fueron exigiendo políticas según sus intereses colectivos e individuales. Sus acciones demostraron que las políticas dadas desde arriba no fueron suficientes para un cambio de sus circunstancias adversas, sino que la realidad era más compleja, siendo necesarias transformaciones en el ámbito cultural y simbólico. La maternidad fue un hecho que problematizó el ejercicio de su ciudadanía plena, porque los proyectos nacionales se valieron de este factor para presionarlas a hacer acciones a favor de la nación, antes que a su propio provecho.
Otro asunto importante de esta reflexión, es destacar que el ingreso de las mujeres al espacio público, desde la ciudadanía o el trabajo, no les garantizó su igualdad en la vida privada. Todavía, los varones se percibían como los soberanos de su “pequeño reino” pero no únicamente por un elemento subjetivo individual, sino también, porque las pautas sociales e incluso los proyectos sociales les promovían esa imagen. En este aspecto, las mujeres tuvieron que esperar, la segunda mitad del siglo XX y la Revolución sexual, para que los proyectos nacionales atendiesen con mayor ahínco la necesidad de democratizar el espacio privado, desde políticas en contra de la violencia doméstica y sexual.
En conclusión, este panorámico estudio permite observar la complejidad de la construcción de los proyectos nacionales. La heterogeneidad de las ideologías y prácticas en torno a los proyectos enriquecieron el campo de las negociaciones de los actores y las actoras. Aunque, también, se percibió que regimenes totalitaristas y las guerras armadas limitaron en gran medida, estas negociaciones incluyendo las transformaciones en las condiciones adversas de las mujeres, y es que todavía, las mujeres, no solo por causas estructurales y sociales, sino además, por sus propios conflictos internos, no poseen la equidad de género que se espera. El entendimiento y estudio de las naciones nos permiten profundizar en estos motivos y en la historicidad de los conflictos.


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